domingo, 15 de febrero de 2015

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15 de febrero: Medea

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La versión de Medea que la compañía Thomas Noone Dance ha adaptado del clásico
de Eurípides ha sido muy intensa e hipnótica y críptica (también). 

Las adaptación de un texto a otro lenguaje artístico es difícil para el espectador: si conocemos la historia, buscaremos hasta hallarlos todos los referentes que nos permitan identificar lo que ya sabemos. Si no conocemos mucho, intentaremos descifrar también qué es lo que nos están intentando explicar. Cualquier lenguaje no figurativo que intente adaptar un texto va a tener espectadores escépticos y concentrados en descubrir trazos figurativos. Y el análisis elimina el disfrute.

Así estaba yo, durante el principio del espectáculo, buscando significados, tramas y relaciones entre los bailarines. ¿Es ese Jasón? ¿Serán estos dos los hijos de Medea? Y el resto de personajes ¿quiénes son? Pero el análisis (que no me dejaba disfrutar al 100% de la obra) sólo aparecía cuando la obra bajaba de intensidad, que no era a menudo. Tengo que decir que apenas recordaba la história, así que algunas preguntas se quedaron sin respuesta. 

Esta Medea (la primera que he visto en un escenario) ha sido muy impactante en determinados momentos; la música creada por Jim Pinchen y que calificaría como industrial, contribuía al impacto. Los bailarines se movían bruscamente, agresivamente, excepto cuando interactuaban entre ellos. Los números con Medea y sus hijos tenían una delicadeza de movimientos absolutamente espectacular.

Me ha sorprendido la potencia de las coreografías, las interacciones entre los bailarines y también la escenografía minimalista, tan solo una pantalla blanca en la que se reflejaban las sombras de los actores y la iluminación que potenciaba los movimientos de los bailarines, que me pareció  que hacían un trabajo impresionante, sobre todo la protagonista.

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