Giorgio de Chirico te atrapa con sus arquitecturas, sus colores planos, sus maniquíes y sus sombras dramáticas.
Yo tenía a De Chirico en un altar, como un transgresor, como un "bicho raro" magnético que me atrapaba en sus pinturas llenas de incógnitas. Y lo cierto es que esta exposición me sirvió para descubrir a un gran dibujante con un dominio increíble de la expresión (nunca había visto sus magníficos retratos).
Sus obras más aplaudidas y reconocidas son las que van hasta los años 20, cuando su estilo rompedor que daría nombre a la "Scuola Metafísica" era mundialmente apreciado. Estaqmos hablando de alguien que impresionó a Apollinaire y dejó en shock al bloque de surrealistas... ¡imagínate como debe ser estar en esa situación!
Y luego, ¿qué? Luego intenta seguir, avanzar, dejar atrás la metafísica y probar cosas nuevas, nuevos estímulos, en su caso un romance con un estilo realista que lo llevó a la miseria crítica. Ningún intelectual quería realismo en los años 50 y la crítica lo vapuleó.
El autoestima del artista es más frágil de lo que nos pensamos, así que no es de extrañar que De Chirico intentara recuperar un poco de su fortuna crítica, recuperando temas de los años 20 cuando ya habían pasado várias décadas, volviendo a esas plazas y a esas sombras solitarias.
Es un gran personaje, dramático, divertido y fascinante. La exposición además, muestra además, varios vídeos en los que podemos verle en plan divino cascarrabias, sabiendo cuál es la imagen que el público quiere ver y repartiendo carisma en cada frase.
