Moonlight es una buena película, introspectiva y calmada, igual que su protagonista. En ella vemos, en tres capítulos, como pasa la vida para Chiron, el hijo de una mujer adicta y madre soltera que vive en los suburbios de Miami.
Desde pequeño Chiron es perseguido por su diferencia, creciendo sin encontrar apoyos ni en su casa ni en su entorno escolar. Casualmente su apoyo vendrá en la forma de un traficante local, que lo acoge y que le ofrecerá, junto con su novia, un ambiente afectuoso al que volver de vez en cuando.
Esta es una película que habla sobre la identidad, sobre la adicción y el abuso, sobre ser negro y gay en Estados Unidos. Moonlight habla de la dificultad de crearse (y creerse) una identidad cuando uno no forma parte del rebaño, cuando el rebaño lo expulsa a uno (literalmente) a patadas.
La película transcurre lenta, dando tiempo al espectador para que recapacite en cada uno de los episodios que cuenta. No es una película fácil de digerir, pero tampoco lo pretende. El film se aleja del drama fácil de la autocompasión y nos lleva por los recovecos de una mente que no encuentra un camino fácil y que al final es capaz de perdonar y seguir adelante en la construcción de uno mismo.
No es la mejor película de este año, aunque sí es una peli importante por su temática y por sus interpretaciones, que en el caso de Naomie Harris y el pequeño Alex R. Hibbert tienen merecidos todos los premios que les lleguen, aunque en este caso los nominados a los Óscars 2017 son Naomie Harris y Mahershala Ali.
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