Esta propuesta es muy diferente. Adapta un polémico texto de Simon Stephens que situa a varios personajes durante los días en que sucedieron los atentados en el metro de Londres de 2005.
La soledad y la alienación de unas cuantas personas, entre ellas, un hombre que lleva explosivos en la mochila, actúa de metáfora para darnos a entender que los que asesinan a sangre fría se pueden poner en el mismo saco que madres estresadas, profesores divorciados, periodistas jubiladas y acosadores de instituto.
Todos ellos tienen en común un vacío interno, un dolor que viene de diferentes fuentes pero que acaba estallando y causando más dolor.
Una pieza que es difícil de ver, por su temática y sus implicaciones. La compañía nos lo pone fácil, con un montaje minimalista que hace que el peso de la obra recaiga en las interpretaciones, que son, como siempre irreprochables.
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