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Así que si no queréis esperar 60 años más para ver algo parecido, os aconsejo que cojáis un avión a Bilbo y paguéis los 13 € de la entrada a una experiencia que es irrepetible.
Es difícil para mi pasar unos días en el País Vasco y no entrar a ver qué hacen en el Guggenheim, pero me ha pasado más de una vez. Las prisas, las ganas por verlo todo, unos días en Lekeitio, pasar por Donosti si se puede... a veces no hay tiempo para todo pero tenía claro que esta vez iba a sacar dos horas de donde fuera para poder ver esta expo. Porque esta exposición es brutal y se hablará de ella en el futuro.
Toda ella es impresionante: ver la selección de los Rothko es una experiencia absoluta y única que no olvidaré. El gran formato, el diálogo entre las piezas, el enorme espacio del Guggenheim que las muestra mejor que la Sala Rothko del MOMA (con mucho más aire entre piezas) y la oportunidad de verlas casi en solitario (si vas un domingo de partido, a las 18 de la tarde).
EFE |
Clyfford Still absolutamente sólo en una maravillosa sala que te deja sin habla, igual que sus enormes piezas bicromáticas, tan llenas de significado como simples en su composición.
Y Newmann, Gottlieb y Reinhard, dialogando a lado y lado de una sala donde el color explota y viaja desde el cromatismo más contrastado, hasta la combinación de negros más sutil.
Luis Tejido/EFE |